30.3.11

VISITA DE AMISTAD



La primer visita que recibimos en casa fue la de Emilia. Amiga de antaño. De esas que conociste en los momentos más difíciles (pelo graso, acné, indiferencias del sexo opuesto) y también en los más divertidos y/o despreocupados (fines de semana de sol y pileta, pijamas party, cartas, pequeños dramas, grandes reconciliaciones, medias lunas y cafés con leche). La vida (y un pasaje de tren) nos juntó de este lado del charco para reencontrarnos en la estación de Utrecht. No veía a Emi desde algún cumpleaños en Capital, alrededor de alguna mesa, recordando anécdotas con vaso de coca o cerveza, papas fritas y sanguches de miga. Lo cierto es que el acercamiento ya venía queriendo darse antes de la partida de mi amiga a Paris; La mudanza post casamiento la habían llevado a vivir a unas pocas cuadras de casa (cuadras del botánico, bien largas, por cierto).

Bajo el cartel con letras giratorias cité el encuentro. El tren llegaría a las 14.30, y yo a las 14.32, asique Emi ya me esperaba ahí para darme un abrazo. Recorrimos Utrecht sin parar (de hablar), tomamos café, nos dirigimos a la gente en inglés, yo intenté dar una respuesta (canchera) en holandés y almorzamos un problema (para el día siguiente).

Existe actualmente en Utrecht un italiano que suponemos es millonario. Se llama Mario y es el inventor de los famosos "Broodtje Mario" (Panes Mario). Los panes de Mario son muy ricos: tibios o frios, con un salame especial, un buen queso, zanahoria, cebolllitas (tipo picle) y un ají (optativo). Mario comenzó el emprendimiento no sabemos bien donde (ni tampoco sabemos quién es Mario), pero hoy en día tiene dos puestos con toldo (a rayas rojas y blancas) en el canal principal de la ciudad. Abre a las 10, cierra a las 18. La especialidad son lo "Broodtjes" pero también, bajo el cristal, se exhiben pizzas y calzonnes, los benditos calzonne. Compartimos con Emi un calzón, porque somos amigas y podemos hacerlo. Mitad y mitad ahí estaba, no recuerdo con cual bebida lo acompañamos. El día prosiguió, nos perdimos en Utrecht, cenamos juntos con Simón y volvimos a casa, esquivando el hielo para no caernos.

Amanecimos y con nosotras la noticia. Ese calzón, ese calzón algo tenía...¿se puede decir que era un calzón sucio? tal vez...de alguna manera...Los médicos lo llaman virus del aire, yo lo llamo como me enseñaron desde pequeña, junto con otras palabras como Mamá, Papá, Gua-Guau y Pipi.

Resuelto el asunto y atravesado el episodio volvimos a lo nuestro, esta vez: té, galletitas de agua, y a charlar (ahora si, a calzón quitado) y a pasear lo que se pueda por el bosque, que por suerte es abierto y libre.

Antes de la partida comimos unos panqueques típicos holandeses, no nos ibamos a negar. El restaurante de panqueques está en un lugar cercano a casa que tiene una decoración muy particular, un poco de película. A mi me pareció estar en un cuento de esos que en cualquier momento entra un duende y un leñador. Tenía muchas ganas de visitar ese sitio, siempre pasaba con la bici. Y ahí estabamos, recomponiéndonos con los Pannekoek.

Nos despedimos con un "Hasta la próxima" y la próxima ya la vivimos, pero ese es otro capitulo, que pronto les estaré contando...¡Salú! Y recuerden este consejo italiano: "È meglio non condividi il calzonne".





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