15.12.14

12 MESES


El festejo del domingo y el día de hoy, su cumple. 
Amor y Felicidad




Torta de chocolate y ¡dulce de leche!




Con las primas

Después de la fiesta

La siesta hoy

Esperando el tren para ir a Utrecht


Lioba de diciembre

¡1 año!

Feliz primer año para nuestra reina y princesa




19.10.14

FELIZ PRIMER DIA DE LA MADRE PARA MI

Y para todas las madres, madrinas, maminas, madresitas, madrazas, mamus y mamitas.
Feliz día para mi mamá, mi hermana madre y mis amigas madres.
Que pasen un excelente día.



18.6.14

CONVERTIRSE EN MADRE

De Vivian Watson Molina


A veces es muy duro convertirse en madre.

Sí: vale la pena.
Sí: es la experiencia más poderosa que puede llegar a vivir una
mujer.
Sí: nada te marca tanto como el momento en que sostienes por fin en brazos 

al hijo que acaba de salir de ti, deliciosamente sucio, húmedo, caliente, y te mira
a los ojos como diciendo: te conozco.


Pero es duro.


Y no sólo se trata de la falta de sueño, de las secuelas del parto, de los cuidados que
demanda un recién nacido (¡tan pequeñito y tan exigente!), ni siquiera del cóctel de
hormonas que te deja turuleta hasta varias semanas después.  

Tampoco la falta de experiencia y la incertidumbre acerca de si lo estás haciendo bien o no, 
ni las propias dudas y comentarios de familiares bienintencionados pero que no hacen 
sino disparar tu propia inseguridad, tu miedo.

Es bastante más que eso. Es la ruptura total y repentina con tu propia identidad, 
con aquello que  hasta el momento de parir te había definido: tus proyectos, 
tus ambiciones, tu trabajo, tus amigos, tu cuerpo, y todo aquello que llamabas tuyo. 
Tu tiempo. Tu vida.
Es mirarte al espejo mientras tu criaturita está prendada a tu pecho, y no reconocerte.
¿En qué momento te convertiste en esta mujer ojerosa que no tiene un minuto ni para
darse una ducha? ¿Quién es ella? ¿Quién eres ahora?


Sigues siendo tú, sólo que una versión más grande de ti misma. Pero al principio no lo
sabes. Al principio no te encuentras. No hay nada que logre vincular esta nueva vida tuya
de cambios de pañal, tetadas a deshoras y canciones de cuna, con aquella otra vida que
parece tan remota, aquella en la que ibas y venías a tu antojo, disponías de tu tiempo y te
pertenecías.


Porque, claro, todo tu ser es ahora para otro. Y ese otro se está alimentando de ti, no
sólo de tu leche, sino también de tus caricias, de tus canciones, de tus palabras, de tu
calor. Y el tiempo pasa, desde luego que pasa. Llegará el momento en el que, sin darte
cuenta casi, las tomas se acorten y las horas de sueño nocturno se alarguen. Tu bebé
aprenderá a sostener la cabeza, luego a darse la vuelta, luego a gatear. El día menos
pensado te regalará una sonrisa y pensarás que todo el esfuerzo ha sido poco. Un día te
dirá mamá. Lo verás correr en el parque, subirse solo al tobogán, jugar con otros niños,
garabatear las primeras letras que te mostrará orgulloso. 


Y por nada del mundo querrás cambiarte por esa otra que eras, 
y que tan poco sabía acerca del amor.


2.6.14

PICHONES


Hace unos días encontramos en un arbusto de nuestro jardín un nido de pájaros con cuatro pichones. Estuvimos filmando algunos vídeos y aprendiendo del comportamiento de la naturaleza. Aquí van. 

Een paar dagen geleden, in een struik van onze tuin, hebben we een vogelnest gevonden. We hebben een paar video's gemaakt en hebben we veel van de natuur geleerd.











26.5.14

LAS LAGRIMAS NO CAEN

¡Hola amigos de Bardo! Les comparto este increíble video que filmó el astronauta canadiense Chris Handfield estando en el espacio, respondiendo a la pregunta: ¿cómo son las lágrimas allí?
 

25.2.14

KRAAMWEEK


El puerperio comienza justo después del parto. En holandés se traduce como el "Kraamtijd". A partir de allí, con el prefijo "kraam" la reciente madre y, por que no, el reciente padre atravesarán la "kraamweek" (la primer semana del puerperio o postparto), serán ayudados y aconsejados por una “kraamverzorger” (enfermera de maternidad) y tal vez les caigan algunas “kraamtranjes” (lágrimas del puerperio).

En Holanda el seguro médico, siempre dependiendo de “el plan” al cual esté abonada la madre, cubre parte o el total de horas de una enfermera de maternidad por un mínimo de 24 horas totales en un período de siete días. La enfermera o el enfermero asistirán a la nueva familia, sean o no padres primerizos. En nuestro caso y a nuestra casa llegó Selma. Unas semanas antes del parto, tuvimos una entrevista con la coordinadora de enfermeras quien, además de completar formularios, nos consultó si ya teníamos todos los elementos necesarios para la “kraamweek”; termómetros, una especie de botellas herméticas de aluminio para calentar la cuna y una caja completa con elementos descartables de cuidado sanitario para la mamá son algunos de los infaltables para la semana posparto.

Telefoneamos a Selma luego de que la obstetra diera el visto bueno para comenzar con el parto. Selma estuvo presente y luego por la noche volvió a visitarnos en casa para darnos los primeros tips sobre el cuidado de Lioba y establecer con nosotros cantidad de horas que nos asistiría y su horario de llegada. A la mañana siguiente, puntualmente a las 8:30, llegó Selma y nos despertó; aunque poco habíamos podido dormir o simplemente seguíamos flotando en la nube rosa mirando enamorados a nuestra bebé.

Es la madre quien establece que tipo de ayuda considerará necesaria recibir por la enfermera de maternidad, puede ser de cualquier tipo, por ejemplo, desde hacer el desayuno hasta lavar y colgar la ropa, servir café a las visitas, hacer compras, mantener el orden y la limpieza de la casa, dejar preparada la cena, etc. Si la familia tuviera ya hijos la enfermera puede también ocuparse de los niños, llevarlos al colegio o al parque, es decir, darles atención ya que en Holanda el papá solo recibe dos días de licencia por paternidad. Selma nos contó que en una de las casas en donde trabajó, el pequeño hijo mayor de la familia había asociado que Selma y su hermanito eran una unidad, y cuando todos le decían "felicitaciones por la llegada de tu hermanito" el respondía "¡y de Selma!". Tal es el punto que lloró desconsoladamente cuando, cumplidos los siete días, Selma se fue pero su hermanito no.

Por otro lado, la enfermera se ocupa diariamente de controlar el peso y la temperatura del bebé y hacer un chequeo general a la mamá: temperatura, pulso, cicatrizaciones (si las hubiera) y chequeo del proceso de retracción del útero. Si los padres fueran primerizos también los aconseja con cuestiones como el baño y el secado del bebé. Toda la información sobre el recién nacido y alguna relevante sobre la mamá se anota en un dossier. 



Selma pesando a Lioba


Lioba en uno de sus primeros baños


Aprendiendo a secar los pliegues



La organización en la cual trabaja Selma cuenta con una especialista en lactancia a quien se puede llamar para establecer una cita e intercambiar su tiempo con el de la enfermera. En Holanda se aconseja y se fomenta fuertemente la lactancia materna a través de distintos organizaciones sin fines de lucro, donde voluntarias dictan breves cursos sobre amamantamiento y hacia el final hacen entrega de un útil cuadernillo al que he recurrido más de una vez ante ciertas dudas.

La Kraamweek es casi surreal. En primer lugar porque de un momento a otro te convierte en madre o padre, tutor y encargado de un ser humano que, con lo días, caes en la cuenta de cuánto depende de vos. En segundo lugar porque tu intimidad deja de ser tuya y pasa a ser pública; en donde cual Yoko Ono y John Lennon recibís en tu cama un desfile de gente, en mi caso no periodistas sino asistentes de la salud. A los pies de la cama llegan los controles de las obstetras, la consulta sobre lactancia, una extracción de sangre del bebé, Selma a diario, y algunos amigos que pasan a ver al recién nacido mientras duerme, pero ahí también estás vos, con antifaz, durmiendo de día y deshinchándote en silencio. Los pechos que dejan de ser lo que eran para pasar a ser lo que son y ayer que fue hace una eternidad.



Natalie, una de las obstetras que trajo a Lioba al mundo


Y un día fue domingo y llegó el último día de Selma y después de afectuosos saludos y unos presentes se cerró una puerta y se abrió otra que dio lugar a un abismo sin fin de dudas. De pronto, al día siguiente es lunes y Selma no está, no hay desayuno en la cama, las obstetras ya no vuelven, la panza y los controles de peso y presión se terminaron y el futuro es un gran signo de interrogación. El instinto empieza a fluir y el rol a jugar. Y un día, tal vez otro domingo, caes en la cuenta que hablás de vos misma como mami tal como Diego habla de Diego y que con un trapito húmedo solucionas cuestiones que antes hubieran requerido toda una palangana. El anochecer y la madrugada te encuentran intentando consolar un llanto, dando infinitas vueltas por la casa, tarareando en forma de mantra alguna melodía infantil. Te despertás en la mitad de la noche con un motivo fundamental y durante el día responder mensajes pasa a ser una tarea cuasi imposible. La puntualidad tiene un margen flexible y aproximado de dos horas y la planificación de dos días. Y ahí entendés cuando te decían: “aprovechá a hacerlo ahora que después no tenés ni un minuto”… no, para todo eso poco, pero para todo lo demás, un montón.



Día 8. La primer salida, un paseo por el bosque







24.2.14

CHAPOTEANDO

... qué divertidas pueden ser estar manitos...

-

SPETTEREN
... wat leuk kunnen deze handjes zijn...


18.2.14

POEMA


A diario en contacto con el llanto, 
de casualidad, si es que las casualidades existen, dí con este hermoso poema de Oliverio Girondo Llorar a lágrima viva.


Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.

Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.

Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.

Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.

Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.

¡Llorar todo el insomnio y todo el día!


29.1.14

VEO-VEO


En la semana 4, Lioba pone atención en lo que ve. Se nota que su mirada alcanza mayor distancia que antes y ahora también sigue el movimiento de, por ejemplo, su movil de animalitos. Además se divierte viendo como se mueve la boca cuando hablamos y le gusta mirar por la ventana.

23.1.14

YA ME SONRIO

Desde esta semana, la quinta en la vida.

Así la encontré cuando volví a la habitación...



8.1.14

LIOBA, SU NACIMIENTO






La madrugada del 15 de diciembre, como cada madrugada en los últimos nueve meses, a las 5 de la mañana, abrí los ojos en la oscuridad y pensé “tengo que ir al baño, pero siento que hay algo diferente”. A las 5 y 5 tuve la primer contracción, eso que todas las madres dicen que sintieron y que, embarazada, una se pregunta cómo será y si verdaderamente será tan intenso como dicen. En lo personal, lo sentí como un dolor similar a un intenso calambre que me subía por las piernas me bordeaba la cintura y finalizaba en el vientre. Así cada diez minutos, luego cada cinco, con una duración aproximada de un minuto. Es increíble pero, por reloj, los tiempos se mantienen en un ritmo constante. Al cumplirse el minuto cinco ya empezaba a sentir que la próxima contracción venía, como una ola que viene del fondo del mar, crece, en su momento más alto “rompe” y luego desciende hasta desaparecer en la orilla. Esta imagen de la ola la tomé prestada del libro “Parto seguro” de Beatrijs Smulders y Mariël Croon, y me acompañó para atravesar el dolor de las contracciones, sabiendo que hay un pico que luego baja, que el dolor aumenta, tiene su momento de máxima intensidad pero luego desaparece. Durante los seis meses que tomé clases de yoga para embarazadas pensé, en cada clase, que en el momento del parto iba a poder implementar poco o nada de lo que estaba aprendiendo. Pero, para mi sorpresa, debido a que una es consciente de lo que le está pasando y cómo está respondiendo ante la reacción del cuerpo, es posible implementar una respiración adecuada, dirigir la fuerza y el aire a dónde deben ir y hasta autocorregirse.

A las 7:15 llamamos a la obstetra. El seguimiento de todo el embarazo lo tuvimos en un consultorio de cuatro obstetras. Con turnos rotativos, a los nueve meses ya podíamos conocer algo a cada una y yo sentirme segura en sus manos al momento del parto. De todas maneras, con quién más empatía tuve fue, por fortuna, quién tenía la guardia la noche del 15 de diciembre, Natalie. A las 7:30 Natalie tocó la puerta y luego de controlarme a mi y al corazón del bebé (digo bebé porque no sabíamos si era un nene  o una nena), me anunció que estábamos muy cerca de empezar el parto. Nuevamente me preguntó si quería tener a mi hija en casa o en el hospital, “en casa” dije. A las 8:45 empezó el parto, y luego de un absoluto esfuerzo de parte del bebé, mía, acompañados amorosamente por Simón y con el apoyo armónico y profesional de Natalie, a las 10:00 partimos para el hospital. El bebé estaba muy arriba y la obstetra consideró que tal vez era necesario recibir oxitocina para hacer contracciones más intensas y así pujar más fuerte. Subimos al auto, Natalie y yo adelante y Simón atrás. Selma, la enfermera de maternidad, se quedó en casa acomodando todo para la vuelta de la nueva familia. Del viaje tengo flashes, los vecinos de al lado que salieron a ver, yo con zapatillas de Simón porque tenía los empeines tan hinchados que ningún calzado propio me entraba, la autopista vacía, domingo a la mañana y un montón de contracciones fuertes una tras otra que hicieron que finalmente no fuera necesario recibir intravenosas. Una vez afuera, las médicas supieron que la razón por la cual Lioba no bajaba suficiente era que tenía su bracito junto a la oreja, como hablando por teléfono.

Llegamos en veinte minutos al hospital de Utrecht, otros flashes es un hombre sosteniendo la puerta del ascensor para que pasáramos primero y su mujer con su recién nacido en brazos. A las 10:30 me recosté en la cama de una habitación luminosa, con una gran ventana de donde se veían los árboles deshojados por el invierno, con mi remera amarilla, Simón a mi derecha y Natalie a mi izquierda hablando con dos mujeres de guardapolvo blanco; ambas médicas se presentaron, me sonrieron y me dieron la mano y la mayor de las dos, mascando chicle, me preguntó en que idioma hablaba. Le dije “holandés” pero se ve que ella quería hablar en inglés. “Está bien, es igual”, pensé, pero yo solo podía hablar en holandés o en castellano con Simón, así que era una mezcla de palabras e idiomas que daban vuelta por la habitación. “Pero que onda el chicle” pensaba yo “cómo me va a atender mascando chicle. Yo estoy por parir y ella come chicle, ¡que bizarro!” Finalmente resultó que el chicle, como suele ser, no era más que un elemento de cancherismo porque la Doctora tenía una decisión y autoridad para ordenarme qué, cómo y cuando hacerlo que a las 10:44, 14 minutos después de presentarse, me estaba dando a Lioba en las manos y de esa manera la Doc ya podía volver a sentarse a tomar otro café y charlar con las colegas. 







Es intensa la mezcla de emociones que se sienten al ver salir a tu bebé de vos, al mirarte a los ojos con tu pareja, al sentir el peso de tu hijo sobre tu vientre, su olor, su piel, verle los deditos, oir su llanto, ver sus uñas y su pelo largo, sentir el cordón que hasta ese momento y ya nunca más te conectó a él o a ella, darle por primera vez el pecho. Apenas salió Lioba, luego de un pujo final que se hizo esperar, sintiendo toda su dimensión dentro y fuera de mi, la cubrieron de mantas y un gorrito y me la entregaron. Ahí pregunté “es nena o nene”, “no miré” me dijo la Doc del chicle, y ahí nomás le quitó en medio segundo las mantas y se las volvió a poner y me dijo “es una nena, claro, tiene gorrito rosa”; la enfermera, atenta a tiempo, había agarrado a vuelo de águila el color de gorrito correspondiente. “Una nena” fue emocionante, ahí fue, es Lioba y no podía ser otro nombre ni otro bebé. 


Asistido por la médica, Simón fue invitado a cortar el cordón. La tenía sobre mi y ya no dentro, nos podíamos abrazar, después de tan larga espera. Así me la dejaron por largo rato, directamente recién nacida. Luego la sostuvo el papá, a quién las enfermeras sugirieron quitarse la remera para tener un contacto piel con piel. Así empezó nuestra vida de familia. Mucho más tarde la pesaron (3834 gramos) y la vistieron, no la bañaron ni la midieron, ni le cortaron el pelo, ni le perforaron las orejas, ni nada más que no fuera estrictamente necesario, en conclusión, darle de mamar y vestirla.







Unas horas más tarde comimos en el hospital, esa comida tan de hospital, donde solo el postre es rico. Tras la cena y una ducha para mi, nos fuimos para casa. A las ocho de la noche estábamos en casa, con la cama con sábanas limpias y nuevas, curiosamente un juego con alegres colores rojos y anaranjados  que no habíamos estrenado aún y que Selma por si misma supo elegir del placard. Así empezó la noche y fue concluyendo el mágico día… la primer noche y el primer día con Lioba entre nosotros.